domingo, 6 de agosto de 2017

Noche y sexo de "Eyes wide shut"


Al filo del milenio, apareció Eyes wide shut.
Protagonizada por uno de los más divulgados matrimonios del Hollywood de los noventa, la imagen de la pareja desnuda frente al espejo vendió el testamento cinematográfico de Stanley Kubrick como el definitivo thriller sexual.
Era precisamente la década que exprimió ese género con persistente vulgaridad, promoviendo la idea del sexo y la desnudez como un infalible resorte de atracción para las audiencias. 
Pero sexy no es la palabra que se otorgaría al señor Kubrick y Eyes wide shut no es lo que se vendió y sí mucho más de lo que se entendió.
Decía Scorsese que todas las películas de Kubrick fueron incomprendidas en su momento de estreno y su posterior recuperación abunda en esa idea. Eyes wide shut, estrenada tras su muerte, tampoco se libró de controversia.
Pero no sólo cabe acusar a la miopía de críticos y opinadores en torno a la obra kubrickiana, sino que títulos tan ricos y enigmáticos nacieron para ser descifrados y redescubiertos en cada revisión.


Mi propia valoración del talento kubrickiano se debe precisamente a concederle más de una oportunidad a sus obras más celebradas y entender así el motivo del entusiasmo. En el caso de Eyes wide shut, puedo enorgullecerme de haberla encontrado magistral desde la primera vez.
La astuta manera de venderla fue insuficiente, comercialmente hablando, y se cuenta que, pese a sus números - la única película de Kubrick en superarlos fue 2001, una odisea del espacio -, decepcionó en las taquillas norteamericanas el decisivo encuentro carnal de Tom Cruise y Nicole Kidman, pese a la avasallante campaña publicitaria desplegada al efecto.
Las suspicacias en torno a la pareja eran ya parte de la pareja misma, quizá lo único realmente atractivo que tenían, además de sus bellos físicos. 
La imagen de Cruise y Kidman en el espejo, desnudos, a por el acercamiento, jugaba con el morbo de una pareja cuestionada por el sensacionalismo. El titular implícito era "Cruise y Kidman follan".


Eyes wide shut termina encomendándose a follar, pero es mucho más que una película sobre sexo y, a la vez, un magistral estudio sobre la curiosidad enfermiza que despierta el apareamiento propio y ajeno.
Como película de maestro, es una obra de miradas, de percepción, de apariencias y de espejos. Como obra kubrickiana, expresa como ninguna la esclerótica incomodidad de las relaciones humanas, su imposibilidad, su dolor. Ese personaje que persigue a Tom Cruise en plena calle y se queda mirándolo a lo lejos propicia más violencia que cualquier golpe.
Como decíamos, sexy no es la palabra con la que conjugar a Kubrick y el erotismo no era color de una paleta conocida por su clínica frialdad, cuya emotividad discurre sutilmente.
Rastreemos su filmografía para encontrar la palabra "sexo".
Stanley firmó la primera adaptación de Lolita, retrato de esa vida norteamericana sedienta de sexo y rebosada de kitsch, insistida en mirar a Europa como un pozo de pasiones desenfrenadas y entender la edad como un barómetro de corrupción.


En La naranja mecánica, la agresión sexual no existe en la sociedad posmoderna sino encuentra una teatralización y además un público. Y en Barry Lyndon, las relaciones son posibles cuando se encuentran cifradas en un insoportable ritual de maneras sociales.


Eyes wide shut insiste en esos hallazgos y los trae a un ambiente contemporáneo, en el que un matrimonio neoyorquino se cuenta sus confidencias, descubriendo mutuamente sueños que parecen realidades y verdades que sólo pudieron ser imaginadas.
Eyes wide shut transcurre en la actualidad, pero su ambientación artificial, su cromática fotografía, su música, su vagar por sí misma la ubica en un somnoliento universo propio.


Los Harford son la estabilidad interrumpida por la curiosidad y, como genuinos seres humanos, de repente quieren saber más de lo que han preferido ignorar durante toda su vida.
Su compromiso de fidelidad coquetea en la primera fiesta, donde son abordados y salen victoriosos. Todo cambia cuando ella, en un memorable monólogo, le cuenta que las mujeres también tienen las mismas fantasías sexuales que los hombres y que ningún anillo es férreo para vencer el impulso del abismo. 


Él, comprometido en su papel de macho, asediado en su duda, se lanza a una noche que le descubre el sexo en todos los posibles lugares, desde los insultos homófobos que recibe hasta la orgía ritualista en la que logra inmiscuirse.
Como Jonathan Harker en el castillo de Drácula, el protagonista usa su pragmatismo civilizado como dudosa arma; la cara inocente, bella, un tanto agilipollada de Tom Cruise es perfecta.
Es la imagen del héroe norteamericana, pero esta vez en una aventura amorfa, inconclusa, donde ni siquiera ha sido invitado.


Eyes wide shut tiene un generoso toque noir - las mujeres son esencialmente fatales, los hombres quieren amarlas y rescatarlas -, y, a la vez, lo contradice en cada momento. No hay ningún misterio o sí lo hay. Pudo ser un sueño, una realidad teatralizada para asustarlo de por vida o una verdad que nadie puede saber. 
Eyes wide shut expresa la contradicción de la sociedad del confort: su paranoia. Sin percatarse, abría una nueva veda en el cine y la televisión norteamericanas: el hallazgo del Mal en las orgías de los más ricos y poderosos. 


La estabilidad del matrimonio - ella confiesa su pavor a la palabra "para siempre" como si fuera a condenar precisamente su unión de por vida - choca con la ancestralidad que persiste en recuperar la promiscuidad ajena, más que nunca en altas esferas, que se viste de carnaval veneciano y funciona como una bacanal de tiempos esclavistas. 
Los Harford lloran por haber sido espectador y/o parte de tan pavorosa imagen, ya fuera en la realidad o en el sueño. Han atestiguado una forma de relacionarse con el prójimo que contradice sus sentimientos de pertenencia y amor, y en su padecimiento, han encontrado una terrorífica satisfacción y, además, han disfrutado haciéndose daño el uno al otro.
Como criaturas bebidas de civilización, viven traumatizados por las jugarretas que les tiende el subconsciente.


En la última secuencia, mientras pasean en una juguetería navideña, renuevan sus votos de manera tácita. No hay mayor sociedad secreta que un matrimonio, en definitiva.
Como de un contrato se tratara, se refuerzan en su estabilidad, pero con la urgencia de follar, ese verbo donde los humanos pueden ejercer de animales.
De ahí su obsesión; el sexo es el mayor gestor de sueños, porque se concibe como la más rápida y efectiva trangresión de la realidad.
El buenpensar burgués entiende que, si se hace en una pareja estable, recuperar la civilización al terminar la jodienda es más sencillo. Si se folla anónima y repetidamente, no habrá civilización, sino sifilización. Los límites se desbordan, los sueños vencen, el peligro prevalece.


La suite de Shostakovich que da entrada y salida a esta historia funciona como un baile para el vaivén emocional de la pareja; una risotada de la Vieja Europa a lo que sucede en el Nuevo Mundo.
Vaivén emocional que también vivieron Tom Cruise y Nicole Kidman durante el rodaje de la película, notoriamente alargado y sufrido bajo el perfeccionismo del director. Las noticias de prensa contaron de la caterva de terapeutas que necesitó la célebre pareja para afrontar la hazaña, mientras Kubrick se merendaba kilómetros de cinta y un par de personajes en la sala de montaje.
Se cuenta que la secuencia de la fiesta fue rodada en un par de semanas, mientras que la climática conversación en la sala de billar costó meses de ser ejecutada tal y como quería el director.


Pese a que las cifras de recaudación de Eyes wide shut demostraron que la imagen de su matrimonio no era tan apasionante como se vendía, Tom ha estado raramente mejor como actor en toda su carrera, mientras Nicole iniciaba una racha de interpretaciones que afirmaron un talento hasta entonces oscurecido por la estela de su marido. 
Se divorciarían dos años más tarde y, pese a la imagen del espejo, las sospechas sobre la realidad de su matrimonio jamás cesaron.


Rumores y portadas de Cruise y Kidman se desvanecieron como carteles publicitarios despegados de los muros de la ciudad por el viento y los elementos, pero Eyes wide shut, su última promoción, se mantiene, gracias a ellos y pese a ellos. 
Será la suerte de participar en la última película de uno de los verdaderos visionarios del séptimo arte.