lunes, 14 de agosto de 2017

Dalí en Hollywood


En el horizonte que su conspicuo bigote permitía entrever, el emperador del Surrealismo contempló con ansia aquello que osaba en llamarse "la fábrica de sueños". 
El camino que va desde Cadaqués hasta Hollywood fue ida y vuelta y, pese a los frutos, el sueño del cine de Dalí fue, al final, sólo un sueño. 
Todavía en el museo de Figueres, esas estatuas doradas simbolizan la fascinación del genio por la Meca del Cine, allá donde todo es posible.


Dalí en imágenes, Dalí en objetos, Dalí en sensaciones. Dalí fue el siglo XX, que desterró del mass media cualquier tentativa de quedarse en simple imitación del decimonono. 
En el siglo XX, llegaron los sueños, llegó la fama, llegaron los sueños de fama. 


"Para mí, la fama fue más adictiva que la lluvia de primavera", dijo el provocador, quizá recién llegado de alguna bufonada pública, diseñada y concebida sólo para atraer atención. 
Dalí fue la primera de tantas personalidades cuyo sentido de la teatralidad llega primero y se va lo último.
André Breton, el llamado padre del Surrealismo, saludó a Dalí en 1929 con todos los elogios tras ver Un perro andaluz, el cortometraje más célebre de la Historia del Cine. 
Dirigido por Luis Buñuel, con la colaboración creativa de Dalí, esa abigarrada sucesión de imágenes, aún transgresoras e inquietantes, fueron la perfecta traslación del gusto por lo irracional que la corriente vanguardista trajo a la sociedad de entreguerras.


Diecisiete años después, Dalí regresaba al cine. Esta vez, en Hollywood. 
Por entonces, ya era una personalidad pública tan reconocible y controvertida que hasta sus mentores y compañeros de París le habían retirado la etiqueta oficial de surrealista, también indignados con la neutralidad de Salvador hacia el nazismo. 
Breton hizo un anagrama con su nombre y lo rebautizó "Avida Dollars", para expresar qué era lo que realmente interesaba ahora al de Cadaqués.
"¡Yo soy el surrealismo!, declaró Salvador, más o menos indignado.
En los años cuarenta, la llegada de Dalí y su esposa y musa Gala a Los Ángeles preocupó a la prensa de espectáculos y todas las estrellas, desde Bob Hope hasta Joan Crawford, fueron invitadas a sus fiestas, llenas de momentos del absurdo y disparatadas escenografías. 
Entonces llegó Recuerda, de Alfred Hitchcock. 
La colaboración de los dos genios fue celebrada como una astuta estrategia de publicidad, pero también parecía inevitable; el gusto de ambos por la psicología, ese jugueteo constante con prácticamente todo, la ilustración de una sexualidad frustrada y, aún así, desbordante en sus respectivos lienzos. 
Y, de manera decisiva, cómo ambos promueven la relación del espectador con el objeto artístico, fundamento del arte moderno.


Producida por David O. Selznick, Recuerda fue una de las primeras películas del cine norteamericano que abordaron las teorías de Freud y el psicoanálisis, sugerida por la propia experiencia del señor Selznick en el diván.
Recuerda cuenta la historia de una recatada doctora - interpretada por Ingrid Bergman - que se enamora de su amnésico paciente - Gregory Peck - y, mientras trabaja para desentrañar la memoria perdida, irrumpe la posibilidad de que el bello sea un asesino.


Hecha en una época donde se permitían diálogos como "No recuerdo nada, sólo que te amo", Recuerda es maravillosa e indescriptible al mismo tiempo; un choque de trenes entre estilos e intenciones, que expresó la tensa relación entre el megalómano Selznick y el personal Hitchcock.
Pese a lo que se divulgó durante mucho tiempo, contratar a Dalí no fue una estrategia de publicidad. El propio Hitchcock aclararía que él mismo demandó al pintor para diseñar la escena del sueño, porque consideraba que Dalí era el único que entendía la textura de un sueño. 


Hitchcock no deseaba un sueño a la manera tradicional, donde el borde de la pantalla se vuelve nebuloso; quería el vértigo, la profundidad, la distancia, la continua sensación de peligro de lo que vemos y experimentamos cuando dormimos.


El resultado fue espectacular y, sin duda, ers el motivo para volver a ver Recuerda, una y otra vez. 
Ingrid Bergman aseguró que la secuencia original duraba veinte minutos y algunas fotos lo prueban. Pero Selznick, más interesado en la historia de amor y en los estridentes diálogos freudianos, sacó la tijera en la sala de montaje. 


Lo que aparece en la pantalla es apenas un esbozo y, aún así, contiene algunas de las imágenes más poderosas que ofreció el Hollywood de los cuarenta, que vivía un tanto adocenado en cuestión de riesgos.
Los ojos, las tijeras, un recordatorio del ojo navajado de Un perro andaluz. La rueda sin forma, como los relojes derretidos de "La persistencia de la memoria". Esos hombres sin rostro, algunos en la lejanía. Gregory Peck perseguido cuesta abajo por una sombra, quizá la suya propia.


Es la prueba de que el arte de Dalí era esencialmente movible y el cine era su hábitat perfecto. Pero la excentricidad no era un valor como hoy en día y el gusto de Hollywood por lo pagano era esporádico, deslizado bajo la alfombra de sus convencionalismos.
Tras el éxito de Recuerda, Walt Disney expresó su interés por colaborar con Dalí, que sintióse atraído por las posibilidades de la animación. 
En algunas de sus aventuras, Disney había mostrado inclinación por la imaginativa per se y la libre asociación. Ahí está el jabonoso ciego de Dumbo o los pasajes más locos de Fantasía, entre muchos cortometrajes que vergen en el sueño y la ilógica, como Alicia a través del espejo.


Disney quería a Dalí para incorporar sus diseños a Fantasía, ya estrenada, pero entendida por el maestro de la animación como un trabajo en progreso, pendiente de continuas adiciones. 
Así, el genio español fue contratado y acudió durante varios meses todos los días a trabajar en la famosa factoría.
Desafortunadamente, no eran los mejores tiempos para Disney, en dificultad financiera desde la Segunda Guerra Mundial - recordemos además que Fantasía había sido un importante descalabro en taquilla - y los bocetos de Dalí quedaron guardados en un cajón. El progresivo tradicionalismo de la política disneyana en los años siguientes disuadieron de retomar la empresa.
Sólo con el estreno de Fantasía 2000, la Disney volvió a expresar su interés en Destino, el cortometraje de Dalí que nunca llegó a producirse. 


En 2003, los bocetos cobraron vida animada y produjo lo más parecido a una colaboración entre Disney y Dalí que nunca podremos ver. 
Destino, sucesión de imágenes surrealistas, con una mujer enamorada y un bateador de béisbol como protagonistas, está acompañada por una spanglish canción, interpretada por Dora Luz. 
El desfase entre el crepitante sonido de la añeja melodía - venida de la época de la "buena vecindad" con Latinoamérica - y la imagen animada por ordenador propicia sensación de desfase, pero, aún así, Destino es un raro placer.


Aunque su colaboración con las grandes pantallas quedó reducida a lo anécdotica, la figura de Salvador Dalí jamás se retiró de los focos del show business ni de las fiestas de la farándula, menudo era. 


Para cazadores de verdaderas joyas del surrealismo, busquen en YouTube su anuncio de Alka Seltzer o cómo convierte la inocente charada de "What's My Line?" en una velada absurda, mayor mérito si se sabe que era uno de los programas emblema de los cuadriculados años cincuenta.
A salvo de detractores acérrimos o dudosos de su talento como pintor y artista, los mil triunfos de Dalí se resumen en el creciente apetito de nuestra cultura por lo inesperado, por aquello que expresa algo más que lo que entiende la inmediata razón. 


Dalí, que vive desde el Chupa-Chups hasta las más caprichosas formas que pueden adoptar bolsos, sombreros o artículos de decoración, fue ese esperado aire de una realidad que no se contenta con sí misma. 
El cine abrió puertas con esos ojos cortados por tijeras y Recuerda es la prueba de que una película se graba en la retina más por sus osadías estilísticas antes que por sus discursos psicosentimentales. 


El genio vive y ahora vuelve a la actualidad. 
A razón de cazar su ADN para una prueba de paternidad, se exhuman sus restos y dicen que los bigotes están intactos. No tengo ninguna duda que el propio Dalí hubiese considerado su exhumación como un acontecimiento exquisito.